Dicen que los elefantes del Parque Nacional de Etosha, en Namibia, son los mayores de África (Y, por lo tanto, del mundo). Un macho adulto puede pesar unos 5500 a 6000 kilogramos y medir cuatro metros de altura. Sin embargo, sus colmillos son pequeños y frágiles, con frecuencia quebrados, debido a los déficits minerales de su dieta alimenticia en esta árida zona. Por fortuna eso los hace menos atractivos para los cazadores furtivos y para los traficantes de marfil.
Hacia 1880, tras la llegada de los exploradores occidentales, los elefantes fueron aniquilados por completo de esta región. No fue hasta mucho después, el año 1948, que unos pocos ejemplares reaparecieron en la zona. Por ello la administración del parque excavó charcas de agua alimentadas por pozos para atraerlos de nuevo. Es por ello y debido a la protección aportada por el Parque Nacional, que hoy en día en Etosha viven cerca de 3.000 ejemplares.
Aparte de destacar por su enorme tamaño, algunos de esos elefantes son conocidos como los “white ghosts”, los fantasmas blancos, debido a que se embadurnan de arcilla blanca para protegerse del calor y de los insectos.
En la época de las lluvias los elefantes de Etosha se dispersan lejos de los abrevaderos, lo que proporciona un respiro a la vegetación de su entorno. Un ciclo natural que permite la supervivencia de los paquidermos y la del ecosistema.